La publicación científica como placebo

p1050330

Roberto Polanco-Carrasco
Editor Científico (cuadernos@neuropsicologia.cl)
Cuadernos de Neuropsicología Panamerican Journal of Neuropsychology

No sería extraño que entre los criterios considerados por los autores a la hora de escoger una revista para publicar, encontremos algunos que calificarían como placebo. El efecto placebo, suele  ser sinónimo de algo inútil dentro de los tratamientos en salud. También es usado por la ciencia médica como instrumento metodológico para descartar, e incluso desacreditar, diversos tratamientos por ineficaces y/o perjudiciales.  Si bien es cierto que en el placebo, no hay un principio activo que justifique su uso, es posible observar  efectos concretos y medibles en las personas tratadas con ellos.

Continue reading →

El problema no es el paper

Dr. Manuel Loyola
Coordinador Foro de Editores Científicos de Chile
Académico IDEA-USACH

Hace unos tres años apareció en la Revista Chilena de Literatura un trabajo del filósofo José Santos Herceg titulado La tiranía del paper donde, con la claridad y calidad expositivas que le conocemos, hizo una profunda defensa de las amplias y tradicionales maneras de expresión discursiva (por sobre todo escritas) que han practicado las Humanidades. Como lo sabrán quienes hayan leído el texto de Santos, su artículo tuvo por propósito no solo reivindicar y revalorar la riqueza del decir y “saber” humanístico mundial y latinoamericano, sino, a la vez, interceder para que su práctica no siga (como ha ocurrido) estando en desmedro de la creciente omnipresencia de la modalidad escritural paper, a su juicio, instrumento principal de la logofobia (Foucault) que desde hace un tiempo más bien reciente ha venido imponiendo el poder moderno a fin de controlar y morigerar la peligrosidad de la palabra abundante y libremente dicha.

Estando de acuerdo con la preocupación del autor aludido, es posible que él coincida con el hecho de que la forma paper de escritura científica no es en sí el problema que deberíamos criticar, sino la manera cómo tal formato se ha impuesto como dispositivo casi único por obra y gracia de las instituciones que así lo han querido. En su escrito, Santos reconoce este asunto, al mencionar a las universidades y a CONICYT – FONDECYT como las entidades que han adoptado y exigido a sus demandantes formar filas tras la disciplina paper como factor nada despreciable para obtener financiamiento a sus proyectos o solicitudes de becas. Ahondemos un poco más sobre estos dos aspectos.

Que el paper no sea, de acuerdo a mi visión, el malo de la película, implica valorarlo en lo que le corresponde y aporta. En primer lugar, no es cierto que el paper en nuestro medio sea un producto breve ni efímero, según algunas de las características que le atribuye Santos. Desde luego, en América Latina los artículos en Humanidades son, en general, de no baja extensión (10 páginas como mínimo; si los hay más breve no es porque los editores así lo instruyen). Por su lado, lo de efímero bien puede deberse a la propia calidad del texto, en tanto que su perdurabilidad toca más a asuntos de mala gestión de la información que hacen autores, revistas e instituciones, que a designios inscritos en la forma paper.

Otros reparos que debemos hacer a lo expuesto por Santos es que el inglés no es la lengua preferente de las humanidades en la región; al contrario, es el castellano, y nada indica que esto vaya a cambiar más adelante. Esto es fácil de corroborar al mirar las bases de textos de las principales plataformas de la edición científica Iberoamericanas: RedALyC, Dialnet, SciELO, entre otros recursos. La expresión de que el español no es idioma de paper solo puede tener validez en caso que se esté buscando publicar en revistas anglosajonas o de otros idiomas, asunto que no es tal ni podría serlo.

Por su parte, que el problema de la autoría del paper sea manifestación de la exclusión y del “ruido” condenatorio a que nos someterían las multinacionales de la investigación y del paper, es una posición que, como diría Bobbio, acierta en lo que dice, pero falla en lo que niega. Obviamente, tratándose de una modalidad específica, requiere de quien lo asuma el cumplimiento del “rito” de las normas y procedimientos establecidos. Por lo demás, si por ocasión resultara que no el paper, sino el ensayo o la alegoría u otras modalidades de enunciación, fueran las construcciones discursivas aceptadas por la ciencia oficial, ¿acaso no se establecería para ellas un cierto canon sobre lo que es y no es ensayo o alegoría? Que algunos no quieran o no sepan redactar papers (o no quieran que sus revistas los propicien) está muy bien; pero ello no implica que la forma sea la mala o que, por no practicarla, se nos envíe a la negación en cuanto “otro”.

El paper es una modalidad válida y legítima de redacción de resultados e investigaciones, tanto o más valiosa que otras formas de presentación de argumentos o datos que, al menos en la práctica latinoamericana, ha hecho un recorrido más benéfico que perjudicial a nuestra comunicación científica, y que en el caso de nuestras Humanidades y Ciencias Sociales, ha importado un procedimiento escritural que no solo se ha adecuado a nuestras tradiciones de exposición, sino también, ha contribuido a enseñar cómo se debe comunicar. Obviamente, no se trata de un desiderátum, ni que haya que superponerlo a otras formas de locución: el propio Santos nos advierte de varias de sus limitaciones, pero esto no equivale a desestimar su contribución.

Pero no son tanto estos aspectos de estilo los que más nos llama la atención a apropósito de la lectura del artículo de Santos Herceg. Como se señalara, lo que perjudica a nuestra academia y sus investigadores y, de igual forma, a los editores de revistas científicas de la región, es que la institucionalidad del sector atribuya al artículo científico “tipo paper” preponderancia absoluta al momento de evaluar y determinar apoyos y subsidios, olvidando que existen diversas otras formas de comunicación del quehacer científico. Sin duda, se trata de un olvido que no lo es: estas otras formas están muy presentes, solo que se les deja de lado por varias razones: se les complejiza el panorama evaluativo; no tienen criterios para abordar contextos diversos; porque es más fácil hacer lo de siempre; porque no les interesa innovar y actualizar; porque habría que descomponer la estructura de poder vigente; porque, tal vez, habría que disponer de más dinero, etc.

Junto al sobrevalorado paper, los libros, los ensayos, las performances, las exposiciones, las ferias científicas, las conferencias, las evaluaciones de artículos, los trabajos de edición científica, las curatorías, los trabajos de grado y títulos, los proyectos, los desarrollos de plataformas, y numerosas otras actividades asociadas a la producción académica y científica, deberían entrar a ser parte de las grillas evaluativas y de reconocimientos, asuntos que no solo demandaría de pares expertos en la actual comunicación científica, sino también, tanto en los aparatos estatales y universitarios, de otras pautas de juicio y ponderación, de otros arreglos con las transnacionales de la investigación y la edición académicas. Claro es que una disposición de este orden altera lo conocido y lo practicado, y es tremendamente difícil por más que lo quieran que las autoridades universitarias y otras del país estén dispuestas a avanzar en un cambio. Es cosa que nos preguntemos qué hacen los servicios de información y bibliotecas de las principales universidades de Chile con los resultados de investigaciones de sus estudiantes de postgrado: salvo casos contados, nada se hace, al margen de acumular información (hoy, en soporte digital) sin que, a partir de ella, se haga gestión alguna. En gran medida esta ausencia e inacción se justifica al no disponerse de demanda que esté dinamizando su desarrollo.

Delante de este panorama, y dado el interés que la academia expone respecto de las deformaciones comunicacionales de su producción, bueno sería que ella acompañe sus críticas con acciones que aporten a la modificación en los modos de sanción de lo legítimo y la repartición de reconocimientos. El trabajo de Santos ya tiene algunos años, y no son pocos los que han visto en su contenido un ejemplo a seguir, de suerte que no ha sido para nada tan efímero su esfuerzo. Lo que no se observa, todavía, son las acciones tendientes al cambio epistémico y estructural de parte de una academia también muy poco dada a alterar sus rutinas.

Santiago, 23 de septiembre de 2016.

Los libros de acceso abierto en humanidades y ciencias sociales

Francisco Osorio
Cinta de Moebio

En el mes de enero de 2016 fue publicado un estudio de Ellen Collins y Caren Milloy titulado OAPEN-UK final report: a five-year study into open access monograph publishing in the humanities and social sciences, que paso a describir a continuación.

Los libros son muy importantes en las humanidades y ciencias sociales como forma de comunicación, por ello los autores comenzaron un estudio en 2010 sobre un nuevo sistema de publicación de libros: monografías de acceso abierto. Este tipo de libros se ha incrementado fuertemente en los últimos 5 años y ese es, precisamente, el objetivo del trabajo: qué características tiene hoy un sistema de publicación de libros de acceso abierto y qué tendría que cambiar para hacer masivo este sistema.

La metodología que siguieron los investigadores fue entrevistar a investigadores, bibliotecarios, editores, sociedades científicas y agencias de investigación. También hicieron encuestas, focus groups, talleres y realizaron estudios de casos en el Reino Unido.

Sus resultados son agrupados en tres grandes temas: a) actitudes y percepciones, b) sistemas, políticas y procesos, c) modelos de negocios.

Actitudes y percepciones

Lo primero que destacan los autores del estudio es que a los investigadores en las humanidades y ciencias sociales realmente les interesan los libros. Para un autor una de las preguntas más importantes es qué editorial elegir. Las cuatro primeras razones que dan los autores son: la editorial llega a la audiencia para la que escribo (54%), confío en la calidad de la editorial (43%), es la mejor en mi área (35%) y fue la primera interesada en mi libro (35%).

Los autores generalmente quedan satisfechos con el diseño del libro y las versiones impresas de los mismos. Donde no están del todo satisfechos es en la distribución y promoción del libro. Los investigadores, dice el estudio, esperan que los editores hagan la publicidad, pero no están tan dispuestos ellos mismos a realizar la promoción de los libros que escriben.

Los académicos, en general, quieren libros impresos. Pueden tener una versión digital sin mayor problema, pero están emocionalmente vinculados a los impresos.

Según el estudio, si bien la mayoría de los autores apoya el acceso abierto, asocia más la idea a las revistas que a los libros. Para muchos autores, acceso abierto significa llegar a más lectores. Más allá de este punto de consenso, comienza el disenso. Existen diferentes visiones sobre los pagos de los derechos de autor, qué significa en la práctica que un libro sea de acceso abierto, cuáles son los beneficios, cuáles los costos, entre otros aspectos. Si se suma a ello la propia visión de las editoriales, las diversas disciplinas en juego, el nivel de consolidación del investigador dentro de su campo y las instituciones donde trabaja, entonces, dicen los autores del estudio, ya se puede ver que no pondrán crearse políticas para publicar simples y del agrado de todos.

Por ejemplo, algunos académicos ya tienen repositorios para sus publicaciones en las universidades donde trabajan, pero en general no los consideran mucho o tienen muchas suspicacias al respecto. En palabras de los autores del estudio, los investigadores tienen mayor vinculación emocional con sus disciplinas que con sus instituciones. De ahí que los pares tengan más influencia que los bibliotecarios en las creencias de los autores sobre qué es el acceso abierto en los libros.

Con respecto a los pagos de derechos de autor, los autores no le dan tanta importancia (como sí le dan las editoriales donde publican). Interesantemente, cuando se trata de licencias Creative Commons, prefieren las versiones más restrictivas. En otras palabras, tienen muchas suspicacias con la licencia cc-by, llamada también bien cultural libre (dado que no tiene restricciones sobre el uso de la obra).

Visto ahora desde las universidades, hay diferentes actitudes y percepciones. Por ejemplo, las universidades se preguntan si están en condiciones de financiar libros de acceso abierto, en un escenario con muy pocos recursos. Por otro lado, también tienen necesidad de crear colecciones propias, que le den un sello a la universidad y, al mismo tiempo, tienen necesidad de colaborar con otras instituciones, por ejemplo, bajo la modalidad de repositorios comunes. La pregunta que se hacen las universidades es si financiar un libro de acceso abierto tiene los beneficios que se necesitan en estos tiempos de escases. También se preguntan cuánto cuesta o qué implica desarrollar una plataforma de libros de acceso abierto (incluido los aspectos legales de todo ello).

Desde el punto de vista de las editoriales hay también varias dudas y mucha diversidad de modelos. Desde las editoriales tradicionales que se preguntan cómo implementar el acceso abierto, hasta editoriales que nacieron de acceso abierto, pero que buscan el modelo de negocios apropiado para existir. En general, las editoriales están muy atentas al futuro del libro y exploran todas las posibilidades existentes, de ahí que la idea del open access no es un problema, sino un desafío.

Desde el punto de vista de quién entrega el financiamiento para la investigación, las preguntas son si apoyar o no a los libros de acceso abierto. Algunas contestan afirmativamente, dado que el acceso abierto permite que la sociedad en general se beneficie, pero otras consideran que este modelo todavía tiene que evaluarse.

Políticas, sistemas y procesos

Dado lo reciente del fenómeno, no hay políticas comunes o una tradición a la que referir. Por ejemplo, qué pasa cuando un libro se hace en conjunto y una de las partes no está de acuerdo con lo que implica el acceso abierto. O qué pasa cuando un investigador se desvincula de la institución que lo financió y desea crear un libro de acceso abierto.

En un modelo donde las editoriales toman las decisiones de qué libros publicar (y corren los riesgos de ello), todos los otros actores del proceso están más tranquilos. Pero si una universidad o una institución financiadora toma la decisión de publicar un libro de acceso abierto, la pregunta ahora es cómo tomar esa decisión. Tampoco los mismos académicos desean ponerse en el rol de tomar decisiones sobre qué libros pueden ser publicados, dado que no hay tanto dinero para publicar todos los libros que los académicos han escrito y alguien tiene que quedar fuera.

Otros aspectos a considerar son el prestigio (no da lo mismo cualquier editorial), los costos reales del proceso de publicación (más altos que los académicos creen) y las ventajas que los lectores pueden encontrar en los libros de acceso abierto en relación a los libros que han conocido siempre.

En los pocos elementos que hay consenso entre todos los actores del proceso, es que la calidad editorial no debe cambiar, es decir, la relación del autor con el editor es la misma, independiente del modelo de negocios que permita financiar un libro de acceso abierto. Incluso más, nadie tiene problemas con que un autor cambie de editorial para su siguiente libro, dado que cada editorial tiene un público especializado, dada la forma particular de trabajar. También existe consenso que debe existir un pago inicial a la editorial, que generalmente no tiene la capacidad de absorber todo el costo del proceso. Empero, la calidad está por sobre todo.

En el área de difusión se presentan los desafíos. Si una universidad decide publicar un libro, ¿cómo llegará a los lectores de ese libro en particular? No puede simplemente dejarlo en su sitio web, a la espera que Google lo encuentre, pero tampoco tiene el suficiente personal para dedicarse a difundir el libro. Los autores tampoco quieren participar de ese proceso de marketing. En el modelo anterior, las editoriales le pasaban los libros a otras empresas, como librerías, las cuales se encargaban de llegar al público especializado, pero las universidades o los autores no hacen eso. Existen iniciativas, no muy conocidas, como OAPEN Library (Open Access Publishing in European Networks), que opera la plataforma DOAB (Directory of Open Access Books), cuya idea es reunir todo libro publicado en acceso abierto (pero los autores y las editoriales deben avisarles y no esperar ser encontrados por casualidad).

De acuerdo a los investigadores del estudio, los libros de acceso abierto no aumentan la venta de libros en las editoriales que los implementan. De ahí que estas soliciten dinero por adelantado para cubrir los costos.

Otra serie de nuevos problemas tiene que ver con la preservación de los libros de acceso abierto, esto es, qué pasa si una editorial quiebra o abandona su página web: ¿dónde estarán los libros en 100 años más? Hasta el momento, no se sabe muy bien qué hacer. Además las tecnologías van cambiando y tal vez no se puedan leer los libros en los formatos en que fueron creados.

Modelos de negocios para los libros de acceso abierto

Los autores del estudio, lamentablemente, no presentan un cuadro comparativo de los diferentes modelos de negocios existentes, sino que presentan algunas ideas que ellos consideran claves en la creación de tales modelos: los libros de acceso abierto tienen que estar en sintonía con la misión de la editorial o de la universidad donde se alojen, es decir, no son un producto aparte, sino que parte de la misma actividad de la organización. Lo que es diferente es que tiene un conjunto de características propias, dada su tecnología y naturaleza, que necesita tener un conjunto de especialistas dedicados, que entiendan de qué se trata este negocio.

Por el momento, este nicho es pequeño y no se pueden esperar grandes inversiones en esta área. Todos están aprendiendo a medida que se desarrolla este sistema de publicaciones y, más bien, lo que hay es experimentación, para saber qué funciona y que no.

Sin embargo, los autores del estudio creen que es más probable que funcione en un ambiente cooperativo entre organizaciones, más que un solo actor sea el que domine este mercado. Si los costos pueden ser distribuidos de alguna manera, como por ejemplo una difusión internacional o una tecnología de fácil acceso entre diferentes actores, entonces es más probable que los autores de libros, las editoriales y los lectores se vean interesados en los libros de acceso abierto.

La pregunta es qué pasará cuando esta forma de publicación se transforme en el estándar y no la excepción como en el presente. Cómo lograrán los interesados recuperar los costos o generar ganancias de los libros de acceso abierto. Ante ello, los autores del estudio hacen un llamado a la transparencia de los procesos, con el ánimo de aprender de la experiencia de todos.

Por ejemplo, no hay consenso de qué es un libro de acceso abierto. Si una organización busca financiar uno de estos libros, ¿cómo se lo explicará a los patrocinadores a los cuales desea presentar el proyecto? Hasta el momento, hay ciertas experiencias que indican que los autores de libros, las editoriales y, en general, todos los actores involucrados en el proceso de creación, buscan que la información esté disponible con claridad, por ejemplo, una justificación de todos los elementos en los costos y la difusión, qué servicios están incluidos y cuáles son los excluidos para cada actor. También qué modelo de licencia se ocupará en los derechos de autor. Si hay ganancias, ¿cómo se repartirán? También qué pasará en el largo plazo, pues la obra se espera que perdure y que siga disponible por mucho tiempo.

Lo que es común frente a este escenario tan diverso, como ya se decía, es la mantención de la calidad. Todos aceptan los procesos ya establecidos, como la revisión por pares evaluadores, el cuidado de los editores, el trabajo de los correctores de textos y el propio trabajo intelectual de los autores de los libros.

La situación en Latinoamérica

Saliendo del documento de Ellen Collins y Caren Milloy, existen diversas experiencias en nuestros países. Por ejemplo, SciELO Libros (link) posee un catálogo de más de 700 libros, de los cuales 400 están en la modalidad de acceso abierto. Es un proyecto que comenzó en el año 2012 y ha crecido sostenidamente en Brasil y, por lo tanto, en idioma portugués.

En Argentina existen editoriales independientes que han explorado los libros de acceso abierto, como es el caso del Programa de Acción Colectiva y Conflicto Social (link). Su catálogo es limitado, pero lo interesante es la intención de divulgar investigaciones sociales a través de este modelo.

En Chile otra editorial independiente es Ariadna Ediciones (link), que se concentra en libros de humanidades, artes y ciencias sociales, también con pocas obras hasta el momento. Posee además de las versiones electrónicas gratuitas, versiones impresas que se pueden comprar a pedido. En el campo universitario, la Universidad de Chile tiene el Portal de Libros Electrónicos (link) con cerca de 500 libros, todos de acceso abierto, en los más diversos temas que los académicos de esta universidad han abordado.

En México existen varios modelos. Por ejemplo, algunos académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, ocupando software libre y bajo el hosting del Instituto de Física de la universidad, crearon CopIt arXives (link), siendo su libro más reciente de 2015. Empero, dentro de la misma universidad se encuentra el Instituto de Investigaciones Bibliotecnológicas y de la Información, que posee 250 libros de acceso abierto (link).

Dentro del catálogo del Instituto, se encuentra “El libro digital universitario: propuesta de un modelo de negocios” por Georgina Torres. Ella señala que el Primer Simposio Internacional del Libro Electrónico se realizó en México en el año 2011, donde se señalaba que solo el 7% de los libros publicados en Iberoamérica eran digitales (situación que no ha cambiado mucho hacia inicios de 2016).

Torres distingue tres modelos: suscripción, híbrido y acceso abierto. En el primero se paga, en el segundo el libro tiene un periodo de veda y en el tercero está completamente disponible.

Para el caso de los libros universitarios, una importante ventaja de la publicación digital es que no hay que almacenar los libros en bodegas, pues es muy frecuente escuchar la historia de libros que permanecen por años guardados, dado que las universidades tienen problemas para la distribución de las obras que mandan a imprimir.

Además, los libros universitarios son muy especializados: unos pocos investigadores, los profesores y los estudiantes tanto de pregrado (o grado) como postgrado. La calidad, dice la autora, está generalmente garantizada. El problema, de todas maneras, sigue siendo la distribución: cómo llegar a los lectores que son el público buscado.

En cuanto a los costos, si bien no hay costos de impresión, todos los otros costos se mantienen. La pregunta también es si las editoriales universitarias quieren ganar algo de dinero con los libros o tal vez los mismos autores quieran obtener algún beneficio económico. Para ello, dice Torres, es mejor transparentar las decisiones de todos los actores involucrados. Finalmente, la autora cree que las bibliotecas universitarias jugarán un rol de vital importancia en estos nuevos formatos de divulgación.

Para nosotros, editores latinoamericanos, nos queda la exploración de estos modelos y compartir nuestras experiencias. Bienvenidos entonces los libros de acceso abierto.

Referencias

Collins, E. y Milloy, C. 2016. OAPEN-UK final report: a five-year study into open access monograph publishing in the humanities and social sciences. Bristol: JISC. (link)

Torres, G. 2015. El libro digital universitario: propuesta de un modelo de negocios. México: UNAM. (link)

Presentación de la revista Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda

Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda es una publicación científica de historia social, política, cultural e intelectual, que tiene como objetivo impulsar la investigación, la revisión y la actualización del conocimiento sobre el movimiento obrero y la izquierda, tanto a nivel nacional como internacional. La revista está abierta a aportes científico-académicos de autores de distintas disciplinas sociales. Es una publicación impresa, semestral, con referato externo y anónimo.archivos2.jpg

Archivos ofrece en cada uno de sus números un «Dossier» sobre cuestiones significativas de la historia del movimiento obrero y la izquierda de Argentina y/o del exterior con la intención de lograr una reflexión plural y a la vez integrada, a partir de diversas contribuciones referidas a un mismo problema histórico o debate teórico-historiográfico. Asimismo, cuenta con una sección de «Artículos» sobre una temática libre y abierta. Bajo el título de “Perfiles” buscamos realizar una recuperación crítica de autores/as que, en el exterior y/o en el país, constituyen un punto de referencia en el despliegue de una historia social, política, teórica y cultural orientada a la comprensión del pasado y el presente del movimiento obrero y la izquierda. Finalmente, en “Crítica de libros” sometemos a un análisis, que va más allá de una mera y rutinaria reseña, volúmenes recientemente aparecidos que aluden a la materia, tanto en su esfera nacional como internacional.

La revista pudo mantener la regularidad plena en la edición de sus números, prevista para los meses de marzo y septiembre. Publicó su primer número en septiembre de 2012 y hasta el momento lleva editados siete números. Cuenta con un Comité Editor de quince miembros, integrado en su gran mayoría por profesores e investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Asimismo, es respaldado por un Consejo Asesor, conformado por más de una veintena de destacados referentes internacionales y nacionales de la temática. Actualmente, Archivos se encuentra ingresada en el CATÁLOGO LATINDEX (Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal) y en CLASE (Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades), dependiente de la UNAM.

Archivos sostiene su edición en papel, con una distribución comercial que alcanza a varias decenas de librerías en la Argentina y con distribución internacional a pedido. También se acompaña con una edición digital de los contenidos de cada número, transcurrido un cierto plazo de aparecido el mismo en http://www.archivosrevista.com.ar La articulación entre los dos formatos nos sigue pareciendo muy conveniente para combinar la posibilidad de la lectura profunda, detenida y comprometida de uno, junto a los alcances indudablemente mayores que permite el otro. La continuidad de la edición en ambos soportes es un desafío para la revista. Otro desafío es poder incrementar el intercambio con colegas de otros países dedicados a esta materia y ampliar la base de lectores y subscriptores en el exterior.

Dr. Hernán Camarero (Director/Editor)

Dr. Diego Ceruso (Secretario de Redacción)

archivos3.jpg

La producción científica latinoamericana desde una mirada poscolonial

Nancy Sánchez Tarragó, Leilah Santiago Bufrem y Raimundo Nonato Macedo dos Santos

1. Introducción

La comunicación científica constituye una de las etapas fundamentales del proceso de investigación. Es ella la que fertiliza el estado de conocimiento existente, introduciendo nuevos saberes a las comunidades científicas y la sociedad en general. La comunicación científica se realiza a través de diferentes medios, entre ellos, aquellos consagrados por la práctica científica como los artículos, los libros y las actas de conferencia. A pesar de las diferencias de las prácticas de publicación entre las diferentes disciplinas y comunidades epistémicas, los sistemas de evaluación científica locales, nacionales y transnacionales atribuyen a los artículos un valor mayor por encima de otros medios de comunicación (LILLIS; CURRY, 2010).

nancy3

Nancy Sánchez

Los resultados comunicados a través de estos medios se han convertido en indicadores del desempeño científico de autores, comunidades y países, y son medidos y evaluados.  Estas mediciones han tenido cada vez más auge con el desarrollo de la Bibliometría, la Informetría y la Cienciometría y su utilización en los sistemas de evaluación y promoción de la investigación. La aparición y desarrollo de sistemas de información basados en grandes índices multidisplinares como Web of Science y Scopus, administradas por gigantes editoriales como Thomson Reuter y Elsevier, ha propiciado y sustentado ese auge de mediciones. Estas bases de datos que registran la producción científica publicada fundamentalmente en artículos de revistas y en menor medida en capítulos de libros y actas de congreso, ofreciendo sofisticadas herramientas para el conteo de citaciones y otras medidas de “influencia e impacto”, se han constituido en parangón de la calidad científica y medidas del aporte de estos resultados a la ciencia. Los artículos publicados en las denominadas revistas de corriente principal (mainstream journals), la inmensa mayoría en inglés y procedentes principalmente de países como Estados Unidos y Reino Unido, en menor medida, Holanda, Francia y Alemania, se consideran los más valiosos, los que constituyen contribuciones relevantes a la ciencia mundial y aquellos que cumplen con las “buenas prácticas” de hacer y comunicar ciencia.

leilah2

Leilah Santiago

Desde hace años, los sistemas de ciencia y tecnología de los países “periféricos”, se han visto en el dilema de concentrar esfuerzos para lograr que sus revistas nacionales sean indizadas en las bases Web of Science o Scopus, o que sus resultados sean aceptados en las revistas “de corriente principal”,  a través de su publicación en idioma inglés, en aras de incrementar la visibilidad internacional de la ciencia que producen. Como han alertado varios autores, esta práctica conlleva los peligros del debilitamiento de las revistas nacionales cuyas mejores contribuciones son absorbidas por revistas extranjeras, cayendo en un círculo vicioso de debilidad y devaluación (CETTO, 2000; DURRANT, 2004; JONHSON, 2006). Por otra parte, los artículos publicados en inglés, y en revistas muchas veces inaccesibles por sus costos para la comunidad científica donde se originó la investigación, pierden su “impacto” local y es dudoso que tengan un real impacto en otros contextos (en dependencia de la disciplina).

raimundo2

Raimundo Macedo dos Santos

Las bases de datos antes mencionadas clasifican las revistas a través de criterios aparentemente transparentes (citas, cumplimiento de estándares de publicación, metadatos en inglés, reputación de los cuerpos editoriales), pero que en la práctica se traducen en un sesgo hacia revistas publicadas en idioma inglés desde contextos anglófonos (LILLIS; CURRY, 2010), reflejando al final las dicotomías desarrollado/subdesarrollado, centro/periferia, primitivo/moderno, propias de la lógica geopolítica del capitalismo global.

Este artículo asume el enfoque de pensadores latinoamericanos como Enrique Dussel, Edgardo Lander, Walter Mignolo, Anibal Quijano, Santiago Castro-Gómez, Catherine Walsh, entre otros, con su teoría de la modernidad/colonialidad y crítica al eurocentrismo. Esta perspectiva, inscrita en el marco de los denominados estudios postcoloniales, critica al pensamiento hegemónico de que los saberes producidos por Europa Occidental (y Estados Unidos) son los únicos que pueden ser considerados universales, valiosos y que constituyen el modelo obligatorio a seguir para el resto de las naciones y saberes en su trayecto hacia el desarrollo/modernidad. Sin embargo, como Catherine Walsh también podríamos preguntarnos qué autoridad tiene esta hegemonía para determinar qué es conocimiento y quiénes lo producen? (WALSH, 2007). ¿O por qué tenemos que pensar que lo que vale como conocimiento está en ciertas lenguas y viene de ciertos lugares, como diría Walter Mignolo? (WALSH, 2003).

Este artículo analiza algunas de las manifestaciones de la geopolítica del conocimiento que influyen en la perpetuación de la colonialidad del saber en las instituciones académicas latinoamericanas. Algunas de las preguntas que nos han guiado son: ¿Cuál es la influencia de la geopolítica del conocimiento, donde los centros de poder monopolizan y en muchos casos silencian la producción científica proveniente de otras regiones más “periféricas”, en la visibilidad y el reconocimiento (y auto-reconocimiento) de la ciencia latinoamericana? ¿Cómo influyen los conocidos sesgos de conformación de los índices bibliográficos (Web of Science y Scopus, por ejemplo), las hegemonías lingüísticas, los intercambios asimétricos y las políticas de publicación, evaluación y recompensa en esta  producción?

El artículo está estructurado de la siguiente manera. En la sección 2 se establece el marco de enunciación seleccionado: la perspectiva poscolonial que implica una crítica al eurocentrismo (y euroamericanismo) como ideologías que enaltecen la supremacía y universalidad de los saberes originados en Europa Occidental y Estados Unidos y a  la hegemonía geopolítica que estas ideologías establecen. En la sección 3 se discuten algunos factores geopolíticos que influyen en la visibilidad y reconocimiento de la producción científica de los países “periféricos”, con énfasis en América Latina. En la sección 4 se ofrecen consideraciones finales.

2. Crítica al eurocentrismo y a la geopolítica del conocimiento

Este artículo, basado en una investigación bibliográfica, asume el enfoque de filósofos y sociólogos latinoamericanos como Enrique Dussel, Edgardo Lander, Walter Mignolo, Anibal Quijano, Santiago Castro-Gómez, Catherine Walsh, entre otros, con su teoría de la modernidad/colonialidad y crítica al eurocentrismo, inscrita en un campo contemporáneo de investigación social: los estudios postcoloniales (CASTRO-GÓMEZ, 2005). Se utiliza también el enfoque “sistema-mundo” del sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein (1974) para presentar la polarización entre países “centrales” y “periféricos como resultado del desarrollo capitalista.

Geopolítica fue un término creado por el científico político sueco Rudalf Kjellen a finales del siglo XIX. Entre las nociones asociadas al término está la relación entre la ubicación geográfica de un Estado con respecto a otros y su su política exterior. Sin embargo, más allá de la ubicación geográfica, la geopolítica implica disputas de poder y correlación de fuerzas en el espacio mundial, conllevando dominación y asimetrías que no son solamente en términos militares, sino también económicas-tecnológicas, culturales y sociales (VESENTINI, 2000). Como plantea Vesentini, nuevos campos de lucha reflejan las relaciones de poder en el espacio mundial, desde la problemática medioambiental hasta las luchas por los derechos de las mujeres, de las minorías étnico-raciales, de poblaciones excluidas, entre otros. En este ámbito de crítica a las posiciones hegemónicas y de poderío asimétrico se inscriben los estudios poscoloniales, cuyo pilar fundamental es la crítica al eurocentrismo y a la geopolítica del conocimiento.

El eurocentrismo, como lo define Quijano: “es una perspectiva de conocimiento cuya elaboración sistemática comenzó en Europa Occidental antes de mediados del siglo XVII, aunque algunas de sus raíces son sin duda más viejas, incluso antiguas, y que en las centurias siguientes se hizo mundialmente hegemónica recorriendo el mismo cauce del dominio de la Europa burguesa. (QUIJANO, 2000, p.131)

Esta visión eurocéntrica, creada a partir de una experiencia y especifidad histórico-cultural,  introdujo una serie de saberes o valores coloniales bajo el mecanismo dual progreso-atraso, civilizado-bárbaro, para crear un halo de superioridad de los conquistadores respecto a los pueblos subordinados (SALAS, 2013), colocando esa especificidad como patrón de referencia superior y universal (LANDER, 2000). Este patrón implica que “otras formas de ser, otras formas de organización de la sociedad, las otras formas del saber, son trasformadas no sólo en diferentes, sino en carentes, en arcaicas, primitivas, tradicionales, premodernas […] ubicadas en un momento anterior del desarrollo histórico de la humanidad, lo cual dentro del imaginario [europeo] del progreso enfatiza su inferioridad” (LANDER, 2000, p.10).

Uno de los pilares fundamentales en los que se basó ese pensamiento hegemónico y patrón de poder fue la clasificación social de la población mundial sobre la idea de la raza (y la superioridad de la raza blanca), como naturalización de las relaciones coloniales de dominación entre europeos y no europeos (QUIJANO, 2000). Con la consolidación de Europa como centro del capitalismo mundial — gracias a la ventaja comparativa sobre el mundo otomanoislámico, India y China que otorgó el descubrimiento, conquista y colonización de América (DUSSEL, 1999) —, Europa no solo tenía el control del mercado mundial sino que pudo imponer su dominio colonial sobre todas las regiones y poblaciones del planeta, incorporándolas al “sistema-mundo” que así se constituía. Para ese mundo, eso constituyó una reconfiguración cultural e intelectual. Todas las experiencias, historias, recursos y productos culturales fueron articulados en un solo orden cultural global en torno a la hegemonía europea u occidental (QUIJANO, 2000).

Por tanto, como plantea Mignolo (2005), la geopolítica del conocimiento descansa en la dependencia histórico-estructural entre la metrópolis y las colonias, entre el imperialismo y el colonialismo en todos los planos: económico, político, epistémico y en la formación de subjetividades. El semiólogo argentino argumenta que fue fundamentalmente a partir del siglo XIX, con la guía de la Universidad Kantiana-Humboldtiana y a través del imperialismo británico y francés, que el estándar occidental del conocimiento se extendió. Y no solo se extendió sino que se convirtió en el criterio de juicio para colocar conocimientos en posiciones subalternas en comparación al locus del conocimiento hegemónico y para determinar las jerarquías epistémicas.  (MIGNOLO, 2005). A partir de 1945, Estados Unidos se convirtió en otro centro fundamental de este poder geopolítico.

Para Walsh (2007), además, esta perspectiva que mantiene al eurocentrismo como la única, o por lo menos, la más hegemónica perspectiva dominante del conocimiento está presente tanto en las universidades como en escuelas y colegios, exaltando la producción intelectual euro-norteamericana como ciencia y conocimiento universal y relegando el pensamiento del ‘sur’ al estatus de ‘saber localizado’. Como argumenta, se pierde de vista entonces que el conocimiento producido en Europa y Estados Unidos también es local. Asumiendo las palabras de Porto-Gonçalves (2003) puede decirse que lo que se critica aquí no es la idea del pensamiento universal, sino la idea de que hay sólo un pensamiento universal, originado de una subprovincia específica de Europa, la de habla inglesa, francesa y alemana.

2.1. Colonialidades: consecuencias de la geopolítica

El colonialismo, basado en la idea de la superioridad racial, cultural e intelectual de unos pueblos sobre otros, no terminó con la independencia de las colonias. En su lugar, dejó la impronta de la colonialidad. Al decir de Maldonado-Torres, esta constituye: “un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en vez de estar limitado a una relación formal de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí, a través del mercado capitalista mundial y de la idea de raza. Así, pues, aunque el colonialismo precede a la colonialidad, la colonialidad sobrevive al colonialismo” (MALDONADO-TORRES, 2007, p.131).

Por tanto, la categoría colonialidad hace referencia a ese ámbito simbólico y cognitivo (modos de vida, estructuras de pensamiento y acción, incorporadas al habitus de los actores sociales) donde se configura la identidad étnica de los actores (CASTRO-GÓMEZ, 2005).

Silva (2008) resume tres perspectivas sobre la colonialidad: La colonialidad del poder (QUIJANO, 2007),  que expresa una estructura global de poder creada por el colonizador para controlar la subjetividad de los pueblos colonizados. Su núcleo ideológico está en la idea de que existen razas superiores e inferiores. La colonialidad del saber (LANDER, 2000; MIGNOLO, 2007), anclada en el eurocentrismo, implica el poder singular de nombrar por primera vez, crear fronteras y decidir cuáles conocimientos y comportamientos son o no legítimos. La colonialidad de ser (MALDONADO-TORRES, 2007), que constituye la dimensión ontológica de la colonialidad que se afirma en la violencia de la negación del Otro. El ser europeo, superior, es un ser excluyente, que no incluye la experiencia colonial de la no-Europa. Por tanto, según Silva (2008, p. 10) “la colonialidad del ser emerge de la colonialidad del poder manejada por el Estado, y de la colonialidad del saber liderada por la ciencia moderna”.

Lo complejo de este sistema de colonialidades es que se encuentra arraigado no solo en Estados e instituciones pertenecientes a estos centros de poder mundial sino que vive y se desarrolla dentro de las instituciones y Estados de los países que un día fueron colonizados, incentivado por organismos “internacionales” que también responden a los intereses de esos centros de poder. Se continúan perpetuando prácticas de colonialidad cuando se piensa, apriorísticamente, que “las universidades de Europa y Estados Unidos son las que tienen más calidad”, “las revistas ‘internacionales’ son mejores que las nuestras”, “los cursos en el extranjero son mejores que los nuestros”, “nuestras universidades tienen que adoptar los modelos de las universidades de los países desarrollados”, “la ciencia que se publica en las revistas ‘internacionales’ es mejor que la nuestra”, y así por el estilo.

Como plantea Mignolo, entre las consecuencias negativas de la geopolítica del conocimiento y la colonialidad del saber está pensar que lo que vale como conocimiento está en ciertas lenguas y viene de ciertos lugares; impedir que el pensamiento se genere de otras fuentes y beba de otras aguas; publicar y traducir precisamente aquellos nombres cuyos trabajos “contienen” y reproducen el pensamiento geopolíticamente marcado (WALSH, 2003, p.3).

Para Salas (2013, p.29) la geopolítica del conocimiento implica que los dominadores estructuren  “modelos y políticas educativas homogeneizadoras, cuyo eje rector es la economía del conocimiento para medir resultados educativos e implantar reformas curriculares en planes y programas de estudio acordes con las necesidades del mercado y  a la producción capitalista”. Como reflejo también de la colonialidad del saber, la clase hegemónica solo espera recibir de los centros escolares aquellos saberes relevantes para competir en el mercado capitalista. Centros escolares “a los que califica de buenos o malos bajo la modalidad de university ranking que subordinan la investigación al interés privado en descrédito al interés nacional a la que están obligadas a servir”.

Al respecto, Yatim y Maso (2014, p.1) afirman que: “A colonialidade opera tanto no interior das instituições de ensino e pesquisa, produzindo saberes excludentes e eurocêntricos, como na sociedade que admite para si modos de vida e referências que não são construídas a partir de suas localidades. Legitima-se, assim, a herança colonial produtora de “sujeitos de favor” (LEMOS, 2013) e “hospedeiros do opressor” (FREIRE, 2005).

3. Geopolítica y colonialidad: configurando la producción científica latinoamerica

Seguidamente serán analizados sintéticamente algunas de las manifestaciones de la geopolítica del saber y la colonialidad del saber que influyen en la publicación y circulación del conocimiento, con énfasis en sus influencias sobre la producción científica latinoamericana. Los aspectos seleccionados son: hegemonía del idioma inglés en la publicación científica, la influencia de los índices bibliométricos, las políticas de publicación, evaluación y recompensa científica y las integraciones asimétricas.

3.1. Hegemonia del idioma inglés en la publicación científica

El uso del inglés en los artículos científicos viene creciendo cada vez más. Lillis y Curry (2010) en su documentada investigación sobre el uso del inglés en ambientes académicos, ofrecen datos provenientes del directorio de publicaciones seriadas Ulrich que indican que el 67% de las 66,166 revistas científicas incluidas en la edición del 2009 estaban publicadas en su totalidad o en parte, en inglés. Por su parte, Hamel (2013) destaca que en las principales bases de datos, sólo un 0,5% de los artículos de ciencias naturales está en idioma español, con un 2.5% en las ciencias sociales y humanas.

Como bien apuntan Lillis y Curry (2010), este auge del inglés como lenguaje dominante en la publicación viene en paralelo con el dominio económico y tecnológico de países anglófonos, en particular, con el poderío económico de Estados Unidos  a partir de la segunda mitad del siglo XX. Según las autoras, además, dos aspectos son importantes para ponderar este auge en la generación y publicación de trabajos científicos. Por una parte, el vínculo entre las “entradas” financieras y las “salidas” académicas, de tal manera que el 80% de los artículos científicos que se producen en el mundo provienen de países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y Desarrollos Económicos (OCDE) y dos tercios de ellos, al llamado Grupo de los Ocho (G8). Por otra parte, la influencia cada vez mayor de los índices bibliográficos de la Thomson Reuter (Web of Science) y el desarollo del “factor de impacto” para evaluar los resultados académicos. Sobre este segundo tema se referirá la próxima sección.

La diferencia entre la representación de los idiomas en estas grandes bases de datos (donde se incluye Scopus), tiene varias implicaciones. Una de ellas, para Hamel (2013) es que cada vez más científicos no anglófonos publican en inglés, mientras realizan su investigación y su enseñanza en su propio idioma. Detrás de este comportamiento están, en muchos casos, las políticas nacionales e institucionales que incentivan y refuerzan esta práctica, motivadas por la necesidad de insertarse en espacios globales competitivos permeados por ideologías neoliberales (LEE; LEE, 2013). Sin embargo, como destaca Hamel (2013), cuando no existen esfuerzos para contrarrestar las asimetrías existentes entre contrapartes que trabajan en condiciones de desigualdad (como sucede entre los científicos de la “periferia” y los del “centro”), generalmente terminan imponiéndose los modelos, propuestas, soluciones y hasta la lengua de la potencia mayor.

La adopción e internalización acrítica de los modelos y técnicas dominantes, en una clara manifestación de la colonialidad del saber, conduce posteriormente y de manera natural, a la internacionalización de la “superioridad” del inglés como lengua científica, en lugar de considerarse este proceso como “un desplazamiento construido ideológicamente a través de un proceso de hegemonización por unos actores identificables” (HAMEL, 2013, p. 343). Estos procesos se acentúan a través de las presiones que sufren los autores no anglófonos para publicar en inglés, en revistas anglosajonas, que los lleva a adoptar estilos discursivos, y en última instancia, modelos culturales de investigación, acompañados por la bibliografía legítima de origen anglosajón, que resulta imprescindible citar para conseguir la publicación (DUEÑAS, 2012; HAMEL, 2013).

Son útiles aquí las palabras de Lillis y Curry (2010) sobre la “autoridad” de determinadas voces y cómo ellas influyen y configuran determinadas prácticas, o incluso, silencian otras voces (lenguajes minoritarios, lenguajes “no escritos”, dialectos, entre otros): “[…] el estatus de un texto, su significado y valor son dependientes de cómo se lee, quién lo lee y dónde se lee, y a través de cuales ideologías textuales;  como y de qué manera, a alguien se le otorga voz, está influenciado por las modalidades de enunciación más poderosas que estén en juego en un sitio discursivo en particular: las modalidades de enunciación no son solamente diferentes formas de hablar y escuchar, de escribir y leer, sino señales de quién tiene el derecho de hablar dentro de específicos regímenes discursivos” (LILLIS; CURRY, 2010, p.24, traducción nuestra).

Finalmente, siguiendo el exhaustivo artículo de Hamel (2013) El campo de las ciencias y la educación superior entre el monopolio del inglés y el plurilingüismo: Elementos para una política del lenguaje en América Latina, se destacan tres aspectos relevantes sobre el uso hegemónico del inglés en los espacios científicos:

  1. La reducción de la diversidad a una sola lengua en la producción de modelos, temas y estrategias de investigación llevaría, desde una perspectiva ecológica, a un empobrecimiento riesgoso del desarrollo científico mismo, especialmente en las ciencias sociales y humanas.
  2. La imposición total del inglés reforzaría aún más las asimetrías ya existentes, tanto en las condiciones de acceso a la ciencia internacional como en la producción y circulación de la ciencia y tecnología propias.
  3. Como consecuencia de la creciente hegemonía del inglés, la academia y los profesionales anglosajones se han tornado cada vez más monolingües en su competencia lingüística real, pero más aún en la práctica de sus miembros que ya no toman en cuenta lo que se trabaja y publica en otras lenguas. Aunque esto no concierne solo a la academia anglosajona, debido a su enorme peso influye en el resto del mundo, ya que el ejercicio monolingüe constituye un arma poderosa, un verdadero chantaje, para que el resto del mundo académico se subordine a sus prácticas y adopte el monopolio del inglés en su propia actuación (Hamel, 2013, p. 325).

3.2. Influencia de los índices bibliométricos

La aparición y desarrollo de sistemas de información basados en grandes índices multidisplinares como Web of Science y Scopus, administradas por gigantes editoriales como Thomson Reuter y Elsevier, ha propiciado y sustentado el auge de los sistemas de evaluación de la ciencia. Estos, a su vez, han permitido la construcción de conceptos como “centros de excelencia”, “revistas de corriente principal” y “universidades de clase mundial”.

El ejemplo más paradigmático es el índice bibliométrico de la Thomson Reuter (ISI-Web of Science) y su factor de impacto. Numerosas críticas se han realizado a esta base de datos y particularmente al cuestionable cálculo del factor de impacto y su utilización acrítica (SEGLEN, 1997; SMITH, 2006; THE PLOS MEDICINE EDITORS, 2006). No obstante, actualmente tanto la evaluación de las publicaciones científicas, como la evaluación de las instituciones universitarias y sus profesores, se realizan sobre la base de estos criterios, extendiéndose y adoptándose este paradigma cuantitativo incluso al interior de los países “periféricos” (BEIGEL, 2012; BEIGEL, 2013; ENGLANDER; UZUNER-SMITH, 2013). Son los datos, además, que utilizan los organismos internacionales para sus informes sobre el estado de la ciencia mundial.

Como bien señala Beigel (2013), este sistema de indexación de publicaciones científicas está construido sobre la base de procesos de mercantilización. O sea, sus pilares son la alianza entre los sistemas bibliométricos y el campo editorial especializado, donde la mayoría de las revistas “de corriente principal” son editadas por grandes editoriales comerciales y empresas de divulgación científica, que a su vez, operan detrás de la Web of Science, Scopus, el directorio Ulrich y otras. En estos sistemas, una ínfima minoría de revistas pertenece a contextos no anglófonos y no comerciales.

Sin embargo, estos sistemas han logrado la “universalización” de sus criterios de medición, distorsionando el propio proceso de comunicación científica. Al respecto Onsrud (2004) llamaba la atención sobre el hecho de que la mayoría de los científicos están más preocupados de si las revistas en las que ellos publican están evaluadas en el Science Citation Index o el Social Science Citation Index que si estas son ampliamente accesibles por sus propios colegas y naciones. Mientras que Serrano y Prats (2005) alertaban que a pesar del interés de la comunidad científica por hacer públicos los resultados de sus trabajos, ésta se ve obligada a difundirlos en determinadas publicaciones que les garanticen prestigio y reconocimiento, aún cuando su acceso se vea diezmado por costos de suscripción elevados que las universidades o centros de investigación deben financiar de nuevo para poder acceder a ellos. El poder de atracción de la mayoría de las publicaciones generadas en los países subdesarrollados es bajo para los autores “élite”, quienes prefieren escribir en idioma inglés y publicar en revistas “internacionales” dando así  la razón a Eugene Garfield cuando expresó: ‘Si algo realmente significativo es descubierto [en un país subdesarrollado] será publicado en las revistas de corriente principal’ (JOHNSON, 2006 citado por SÁNCHEZ-TARRAGÓ, 2007).

Otros aspectos que evidencian la creciente influencia de la hegemonía norteamericana y europea como paradigmas de ciencia de excelencia son comentados por Beigel (2013, p. 120), en relación con las prácticas de citación Por ejemplo, las citas provenientes de América Latina a autores norteamericanos en el período de 2003 a 2005 alcanzaron un 56,2% y un 33,9% para autores de Europa; en contraste, los autores asiáticos y africanos fueron citados en un 0,3% y 0,4%, respectivamente. Resulta muy llamativo que  la citación desde y hacia la propia América Latina solo alcanzó un 6,9% en el período analizado, disminuyendo notablemente respecto a otros periodos anteriores (era 11, 7% del 1993 al 1995).

Sin embargo, la citación endógena en Norteamérica para el período de 2003 a 2005 alcanzó un 78,1% y en conjunto con las citas a los autores europeos, el bloque euroamericano concentra el 98,5% del total de citaciones de Norteamérica. Se pone de manifiesto en estos datos lo que Restrepo y Escobar (2005) denominaron “ignorancia asimétrica”, o sea, resulta natural que los científicos que trabajan en el “centro” puedan ignorar el conocimiento que se genera en países periféricos, sin que esto signifique ningún prejuicio para su carrera profesional; sin embargo, si los científicos de países periféricos ignoran el conocimiento del “centro” no solo se pondría en tela de juicio su competencia profesional sino que también sus evaluaciones y “recompensas” profesionales se verían afectadas.

Para resumir esta sección utilizaremos las palabras de Beigel (2013) cuando plantea: “la cientometría, construida sobre la base de ISI [Web of Science], Scopus u otras bases de datos creadas a su imagen y semejanza, no refleja la producción de conocimientos a escala internacional, sino una porción de esas investigaciones, las que se publican en inglés, bajo las normas de un dispositivo de jerarquización del conocimiento conducido por esas empresas editoriales y dominado por algunos «centros de  excelencia». […] no es un instrumento neutro de medición de prestigio científico universal, sino la herramienta principal de una estructura internacional de recursos y capacidades de investigación crecientemente desigual, que se manifiesta en el volumen de la producción científica, en los flujos migratorios de población calificada, en la universalización de estándares de publicación y en la abrumadora supremacía del inglés como lingua franca internacional” (BEIGEL, 2013, p.122).

3.3. Políticas de publicación, evaluación, promoción y recompensa

Las políticas de publicación (incluyendo políticas de lenguaje), evaluación, promoción y recompensa en el contexto académico, generalmente reflejan las ideologías que priman entre sus diseñadores y promotores. La ideología basada en la idea de la competitividad individual, el triunfo de la meritocracia y de que todos tienen iguales oportunidades cuando se desarrollan las habilidades y conocimientos adecuados (o requeridos para el contexto específico), permea actualmente la implantación de tales políticas. Ellas empujan a los científicos y académicos a publicar en revistas indexadas internacionalmente (y como destacan Lillis y Curry (2010), “internacional” se ha convertido en sinónimo de publicar en inglés en revistas anglosajonas), a lograr los niveles requeridos de “productividad y citas” y a competir por puntos en el mercado académico, dejando atrás otras consideraciones como la utilidad o impacto real de su contribución, e inclusive descuidando la docencia y otras funciones educativas.  Por otra parte, estas políticas generalmente no están interesadas en apoyar o legitimar otras prácticas intelectuales que no estén orientadas a producir artículos científicos o patentes, lo que evidentemente constituye un lastre para las áreas de ciencias sociales y humanas (MATO, 2008).

Los informes de organismos internacionales, muchas veces asumen que todas las naciones tienen que aceptar los mismos raseros para evidenciar su camino hacia el “desarrollo”; una noción de desarrollo que naturalmente está permeada por la concepción eurocéntrica. Por ejemplo, Englander y Uzuner-Smith (2013, p. 237) analizan cómo el informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE)  del 2009, daba por hecho que todas las naciones y universidades debían implementar políticas para elevar su capacidad y desempeño, ya que esos eran los principales componentes de una buena gobernanza (rendiciones de cuenta, transparencia, eficiencia, efectividad, reacción y visión de futuro). Sólo así podrían clasificar en su ranking global de productividad científica (cuyos datos, por supuesto, están basados en la base de datos Web of Science) y alcanzar visibilidad global.

Efectivamente, muchas instituciones de países periféricos han adoptado este tipo de políticas, buscando integrarse o acercarse a la “élite” mundial. Lee y Lee (2013) muestran como las políticas de publicación de universidades de Corea del Sur, se transformaron para competir en el mercado mundial de la educación superior. Para progresar en sus evaluaciones anuales, los académicos de todas las disciplinas tienen que publicar en revistas indexadas internacionalmente, lo que implica de hecho, publicar en idioma inglés. La presión de este sistema de evaluación y los incentivos monetarios ofrecidos, conjuntamente con el crecimiento en el número de publicaciones en revistas internacionales, ha llevado a los académicos y a los gestores de las políticas a sentir que esta práctica es natural e incluso beneficiosa; sobre todo para aquellos que trabajan en las áreas de ciencias exactas, naturales y empresariales. Como consecuencia casi natural, las revistas nacionales están cada vez más devaluadas y el intercambio entre académicos locales se percibe como poco valioso. Políticas y resultados muy similares son descritos por Englander y Uzuner-Smith (2013) para universidades de México y Turquía y por Chou (2014) para Taiwán, poniendo de manifiesto la ideología neoliberal que se ha impuesto con la globalización, y la reproducción y adopción, muchas veces acrítica, de criterios y valores creados e impuestos bajo la perspectiva eurocéntrica.

3.4. Intercambios asimétricos

Otras manifestaciones de la geopolítica del conocimiento se encuentran en las formas en que los autores de los países periféricos se “integran” o intercambian conocimientos con sus pares. Kreimer (2006) señala varios rasgos que definen la investigación científica en la mayor parte de los países de América Latina. Entre ellos, la tensión clásica entre la visibilidad internacional y las aplicaciones del conocimiento a las necesidades locales, que conduce generalmente al establecimiento de relaciones de “integración subordinada”. Esta modalidad de integración a la escena internacional  implica una nueva división internacional del trabajo, donde generalmente “la elección de las líneas de investigación, la visión de conjunto de los problemas conceptuales y también, sus utilidades reales o potenciales son producidas con una fuerte dependencia de los dictados operados por los centros de referencia, localizados en los países más desarrollados” (KREIMER, 2006, p.205). La consecuencia de este tipo de integración es que estas agendas de investigación suelen responder a los intereses sociales, cognitivos y económicos de los grupos e instituciones “centrales”.

Una perspectiva interesante para este análisis la ofrece Rodríguez Medina (2013) en su trabajo Objetos subordinantes: la tecnología epistémica para producir centros y periferias. Rodríguez Medina discute como la circulación internacional del conocimiento (y la traducción/interpretación/adaptación de ideas) depende menos de su contenido (simbólico-cognitivo) que de la red semiótico-material en la que está inserta. O sea, mientras más fuerte, densa y de mayor alcance sea la red, más lejos llegarán las ideas que por ella circulan. Pero las características de esas redes dependen de las realidades socioeconómicas y políticas de cada miembro, por ejemplo, “del  prestigio de las instituciones en las que trabajan, el poder de distribución de las edito­riales que publican sus obras, el alcance que el idioma inglés les da a ciertos textos, la participación en conferencias como oradores especiales y la posibilidad de disponer de tiempo, espacio y ayuda (humana y no humana) para expandir sus propias ideas, a través de becarios doctorales o posdoctorales” (RODRÍGUEZ MEDINA, 2013, p.17).

Está claro entonces, que entre autores provenientes de realidades socioeconómicas diferentes se produce un intercambio asimétrico, donde no siempre estos se autoperciben como iguales dentro de la comunidad académica. Los aspectos relacionados con el capital simbólico también están detrás de la “ignorancia asimétrica” a la que nos referíamos en la sección 3.2 y con la percepción creciente entre los investigadores, particularmente los angloamericanos, de que los trabajos que no aparecen en la Web of Science tienen poco valor y que cualquier contribución importante será publicada en inglés (AALBERS, 2004; BAJERSKI, 2011).

4. Consideraciones finales

El slogan de la “Sociedad del conocimiento”, de las ventajas de vivir en un mundo globalizado, puede hacernos pensar ingenuamente en igualdad de oportunidades y de saberes. Sin embargo, vale aquí la incertidumbre de José Joaquin Brunner cuando preguntaba: “[…] si acaso las nuevas condiciones están creando efectivamente un mundo de información y conocimiento más igualitario; si acaso los flujos de ideas y publicaciones se han vuelto más simétricos; si las instituciones de rango mundial están realmente al alcance de todos los países y si, en este cuadro, América Latina emerge como una región dinámica de cara a la sociedad del conocimiento” (BRUNNER, 2010, p. 77).

Evidentemente, la respuesta no puede ser afirmativa y las razones son complejas. Su análisis, además, desborda el tema de este artículo. Como afirma Rodríguez Medina (2013), aunque está claro que aumentar la capacidad científico-tecnológica de los países pe­riféricos, más que una opción, constituye un imperativo, también es importante reflexionar, cada vez más, sobre los problemas locales y las herramientas más adecuadas para enfrentarlos. La postura que se ha venido desarrollando a través de este artículo es que la adopción acrítica de modelos y prácticas foráneos de generación y publicación de conocimientos y la constante comparación con indicadores y medidas permeados por la ideología neoliberal, no parecen constituir el camino más adecuado. Las reflexiones críticas sobre el tema no escasean, incluyendo aquellas provenientes del propio corazón de Occidente. No obstante, como argumenta Mato (2008) quizás los mayores obstáculos están en la propia institucionalidad de la ciencia y los valores que se asumen o imitan relacionados con las pretensiones de objetividad del conocimiento científico y la neutralidad de valores de los investigadores.

Por tanto, entre las estrategias que urge continuar desarrollando están mirar hacia la ciencia que se genera dentro de los países latinoamericanos, con una visión pluricultural e integradora desde condiciones de mayor igualdad, y teniendo en cuenta los contextos sociales e institucionales, así como la valorización de los conocimientos aquí producidos. La añorada visibilidad de la ciencia latinoamericana no tiene porqué descansar únicamente en la presencia de autores y artículos en revistas anglófonas indizadas en el Web of Science o Scopus. De hecho, desde hace dos décadas, Latinoamérica (con una tradición de privilegiar la ciencia como bien público global),  apostó por proyectos cooperativos con un alto componente tecnológico (Latindex, SciELO y RedAlyC) que son actualmente exitosos sistemas con funciones diferentes y complementarias (ALPERÍN; FISCHMAN, 2015). Este camino, y otros adoptados por diferentes iniciativas locales y regionales, deben contribuir al fortalecimiento de las revistas nacionales; a la adopción de estándares de calidad; a la implantación de políticas de lenguaje que enfatizan el plurilingüismo; al desarrollo de sistemas de información que garantizan un acceso más amplio e igualitario a los resultados científicos, en sus múltiples formatos; a la creación de medidas e indicadores propios que permitan medir el impacto individual de los resultados científicos y, sin dudas, a una mayor visibilidad regional e internacional. Mucho falta aún por desandar pero parafraseando a Rodríguez Medina (2013, p. 23) podríamos decir que solo quienes superen el reto doble de exigir localmente mejores condiciones para la producción intelectual y de difundir globalmente esa producción por todos los medios posibles y en todas las direcciones, serán capaces de “poner en funcionamiento objetos resilientes —resultado de la resistencia epistémica— que coloquen en el escenario internacional un conocimiento original y alternativo, y habitualmente silenciado”.

REFERÊNCIAS

AALBERS, M. Creative destruction through the Anglo-American hegemony: a non-Anglo-American view on publications, referees and language. Area, v. 36, n. 3, p. 319–322, 2004.

ALPERÍN, J.P; FISCHMAN, G. (Eds). Hecho en Latinoamérica: acceso abierto, revistas académicas e innovaciones regionales. 1ra ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2015.

BAJERSKI, A. The role of French, German and Spanish journals in scientific communication in international geography. Area, v. 43, n. 3, p. 305–313, 2011.

BEIGEL, F. Centros y periferias en la circulación internacional del conocimiento. Nueva Sociedad, n. 245, mayo-junio, p. 110-123, 2013

BEIGEL, F. David y Goliath. El sistema académico mundial y las perspectivas del conocimiento producido en la periferia. Pensamiento Universitario, n. 15, 2012.

BRUNNER, J.J. Globalización de la educación superior: crítica de su figura ideológica. Revista Iberoamericana de Educación Superior (RIES), México, v. I, n. 2, p. 75-83, 2010.

CANAGARAJAH, A. S.  A geopolitics of academic writing. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press, 2002.

CASTRO-GÓMEZ, S. La poscolonialidad explicada a los niños. Popayán: Universidad del Cauca, 2005.

CETTO, A. M. Sharing Scientific Knowledge through publications: what do developing countries have to offer? In: _______ (Ed.).World Conference on Science: Science for the Twenty-first Century, a New Commitment. Paris, UNESCO. Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001207/120706e.pdf.

CHOU, C. P. The SSCI Syndrome in Taiwan’s Academia. Education policy analysis archives, v. 22, n. 29, 2014

DUEÑAS, P.M. Getting research published internationally in English: An ethnographic account of a team of Finance Spanish scholars’ struggles. Ibérica, v. 24, p. 139-156, 2012.

DUSSEL, E. Más allá del eurocentrismo: el sistema-mundo y los límites de la modernidad. In: CASTRO-GÓMEZ, S;  GUARDIOLA-RIVERA, O;  MILLÁN DE BENAVIDES, C. (Eds). Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. CEJA, Bogotá, 1999. p. 147-161.

DURRANT, S. Overview of Iniatitives in the Developing World. In: ESANU, J.M; UHLIR, P.F (Eds.) Proceedings Open Access and the Public Domain in Digital Data and Information for Science, 2004. Disponible en: http://www.nap.edu/openbook.php?record_id=11030&page=122. Acceso en: 20 julio de 2015.

ENGLANDER, K; UZUNER-SMITH, S.  The role of policy in constructing the peripheral scientist in the era of globalization. Lang Policy. n. 12, p. 231–250, 2013.

FREIRE, Paulo. Pedagogia do Oprimido. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 2005.

HAMEL, R.E.  El campo de las ciencias y la educación superior entre el monopolio del inglés y el plurilingüismo: Elementos para una política del lenguaje en América Latina. Trab. Ling. Aplic., Campinas, n. 52.2, p. 321-384, jul./dez. 2013

JOHNSON, I. Breaking out of the linguistic ghetto? The role of new media in facilitating international research. Information Development, v. 22, n. 4, p.  300-308, November 2006.

KREIMER, P. ¿DEPENDIENTES O INTEGRADOS? La ciencia latinoamericana y la nueva división internacional del trabajo. Nómadas, Col, n. 24, p. 199-212, abril, 2006.

LANDER, E. Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos. In: LANDER, E (Comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, 2000.

LANDER, E. ¿Conocimiento para qué?¿Conocimiento para quién? Reflexiones sobre la universidad y la geopolítica de los saberes hegemónicos. Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y políticas, Ven. n. 124,p. 99-126, 2002. Disponible en: http://ulpiano.org.ve/revistas/bases/artic/texto/RDUCV/124/rucv_2002_124_99-126.pdf.

LEE, H; LEE, K.  Publish (in international indexed journals) or perish: Neoliberal ideology in a Korean university. Lang Policy, n. 12, p. 215–230,  2013.

LEMOS, G. T. Os Saberes dos povos campesinos tratados nas práticas curriculares de escolas localizadas no território rural de Caruaru-PE. Dissertação (Mestrado em Educação) – Centro de Educação, Universidade Federal de Pernambuco, Recife, 2013.

LILLIS, T; CURRY, M.J. Academic Writing in a Global Context. The politics and practices of publishing in English. Oxon, RU: Routledge, 2010.

MALDONADO-TORRES, N. Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto. In: CASTRO-GÓMEZ, S.; GROSFOGUEL, R. (Org.). El Giro Decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Central-IESCO: Siglo del Hombre Editores, 2007.

MATO, D.  No hay saber “universal”, la colaboración intercultural es imprescindible. Alteridades, v.18, n. 35, p.101-116, 2008.

MIGNOLO, W. Cambiando las éticas y las políticas del conocimiento: Lógica de la colonialidad y postcolonialidad imperial. Tabula Rasa, Col, n.3, p. 47-72, ene-dic, 2005.

MIGNOLO, W. El pensamiento decolonial, desprendimiento y apertura. In: CASTRO-GOMEZ, S; GOSFROGUEL, R (Eds). El Giro Decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Central-IESCO, Siglo del Hombre, 2007.

MIGNOLO, W. Geopolítica de la sensibilidad y del conocimiento. Sobre (de) colonialidad, pensamiento fronterizo y desobediencia epistémica. Revista de Filosofía, n. 74, p. 7- 23, 2013.

ONSRUD, H. Overview of Open Access and Public Commons Initiatives in the United States. In: ESANU, J.M; UHLIR, P.F (Eds.) Proceedings Open Access and the Public Domain in Digital Data and Information for Science, 2004. Disponible en: http://www.nap.edu/openbook.php?record_id=11030&page=122.

PORTO-GONÇALVES, C.W.  De Saberes y de Territorios: diversidad y emancipación a partir de la experiencia latino-americana. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, v. 8, n. 22, p. 121-136, 2009.

QUIJANO, A. Colonialidad del poder y clasificación social. In: CASTRO-GOMEZ, S; GOSFROGUEL, R (Eds). El Giro Decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Central-IESCO, Siglo del Hombre, 2007.

QUIJANO, A. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. In: LANDER, E (Comp.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, 2000.

QUIJANO, A. Colonialidad y modernidad-racionalidad. In: BONILLA, H. (Ed). Los conquistados. 1492 y la población indígena de las Américas.  Bogotá: Tercer Mundo-Libri Mundi, 1992. p. 437-447.

RESTREPO, E.; ESCOBAR, A. Other Anthropologies and Anthropology Otherwise. Critique of  Anthropology, v. 25, n. 2, p. 99-129, 2005.

RODRIGUEZ MEDINA, L. Objetos subordinantes: la tecnología epistémica para producir centros y periferias. Revista Mexicana de Sociología, v.75, n. 1, p. 7-28, enero-marzo, 2013.

SALAS MARIN, L.D. Geopolítica del conocimiento y la recolonización educativa. Contexto & Educação. v. 28, n. 89, p. 12-40, 2013.

SÁNCHEZ-TARRAGÓ, N. La Comunicación de la ciencia en los países en vías de desarrollo y el Movimiento Open Access. Biblios, Perú, v.8, n. 27, p. 1-18, ene-mar 2007.

SEGLEN, P.O. Why the impact factor of journals should not be used for evaluating research. British Medical Journal, n. 314, p. 497, 1997.

SERRANO, J.; PRATS, J. Repertorios abiertos: el libre acceso a los contenidos. Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento, v.2, n. 2, 2005.

SILVA,  J. de Souza. La geopolítica del conocimiento y la gestión de procesos de innovación en la época histórica emergente. 2008. Disponible en: http://www.apse.or.cr/webapse/pedago/enint/souza08.pdf.

SMITH, R. The power of the unrelenting impact factor-Is it a force for good or harm? International Journal of Epidemiology, n. 35, p. 1129-1130, 2006.

THE PLOS MEDICINE EDITORS. The Impact Factor Game. PLoS Med, v.3, n. 6, p. e291, 2006. doi:10.1371/journal.pmed.0030291

VESENTINI, J.W. Novas geopolíticas. São Paulo: Contexto, 2000.

WALLERSTEIN, I. The Modern World-System I: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century. New York: Academic Press, 1974.

WALSH, C. Interculturalidad, colonialidad y educación. Revista Educación y Pedagogía, Medellín, v. 19, n. 48, p. 25-35, 2007

WALSH, C. Las geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Entrevista a Walter Mignolo. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, v. 1, n. 4, p. 2-26, 2003.

YATIM, L; MASO, T. Banco mundial e geopolítica do conhecimento: a privatização do ensino superior. Educação, Cultura e Sociedade, v.4, n.1, Edição Especial, p. 80-94, jun. 2014.


Publicado originalmente en:  XVI Encontro Nacional de Pesquisa em Ciência da Informação (XVI ENANCIB) GT 7 Produção e Comunicação da Informação em Ciência, Tecnologia & Inovação. João Pessoa, Brasil, 26-30 octubre de 2015.