El problema no es el paper

Dr. Manuel Loyola
Coordinador Foro de Editores Científicos de Chile
Académico IDEA-USACH

Hace unos tres años apareció en la Revista Chilena de Literatura un trabajo del filósofo José Santos Herceg titulado La tiranía del paper donde, con la claridad y calidad expositivas que le conocemos, hizo una profunda defensa de las amplias y tradicionales maneras de expresión discursiva (por sobre todo escritas) que han practicado las Humanidades. Como lo sabrán quienes hayan leído el texto de Santos, su artículo tuvo por propósito no solo reivindicar y revalorar la riqueza del decir y “saber” humanístico mundial y latinoamericano, sino, a la vez, interceder para que su práctica no siga (como ha ocurrido) estando en desmedro de la creciente omnipresencia de la modalidad escritural paper, a su juicio, instrumento principal de la logofobia (Foucault) que desde hace un tiempo más bien reciente ha venido imponiendo el poder moderno a fin de controlar y morigerar la peligrosidad de la palabra abundante y libremente dicha.

Estando de acuerdo con la preocupación del autor aludido, es posible que él coincida con el hecho de que la forma paper de escritura científica no es en sí el problema que deberíamos criticar, sino la manera cómo tal formato se ha impuesto como dispositivo casi único por obra y gracia de las instituciones que así lo han querido. En su escrito, Santos reconoce este asunto, al mencionar a las universidades y a CONICYT – FONDECYT como las entidades que han adoptado y exigido a sus demandantes formar filas tras la disciplina paper como factor nada despreciable para obtener financiamiento a sus proyectos o solicitudes de becas. Ahondemos un poco más sobre estos dos aspectos.

Que el paper no sea, de acuerdo a mi visión, el malo de la película, implica valorarlo en lo que le corresponde y aporta. En primer lugar, no es cierto que el paper en nuestro medio sea un producto breve ni efímero, según algunas de las características que le atribuye Santos. Desde luego, en América Latina los artículos en Humanidades son, en general, de no baja extensión (10 páginas como mínimo; si los hay más breve no es porque los editores así lo instruyen). Por su lado, lo de efímero bien puede deberse a la propia calidad del texto, en tanto que su perdurabilidad toca más a asuntos de mala gestión de la información que hacen autores, revistas e instituciones, que a designios inscritos en la forma paper.

Otros reparos que debemos hacer a lo expuesto por Santos es que el inglés no es la lengua preferente de las humanidades en la región; al contrario, es el castellano, y nada indica que esto vaya a cambiar más adelante. Esto es fácil de corroborar al mirar las bases de textos de las principales plataformas de la edición científica Iberoamericanas: RedALyC, Dialnet, SciELO, entre otros recursos. La expresión de que el español no es idioma de paper solo puede tener validez en caso que se esté buscando publicar en revistas anglosajonas o de otros idiomas, asunto que no es tal ni podría serlo.

Por su parte, que el problema de la autoría del paper sea manifestación de la exclusión y del “ruido” condenatorio a que nos someterían las multinacionales de la investigación y del paper, es una posición que, como diría Bobbio, acierta en lo que dice, pero falla en lo que niega. Obviamente, tratándose de una modalidad específica, requiere de quien lo asuma el cumplimiento del “rito” de las normas y procedimientos establecidos. Por lo demás, si por ocasión resultara que no el paper, sino el ensayo o la alegoría u otras modalidades de enunciación, fueran las construcciones discursivas aceptadas por la ciencia oficial, ¿acaso no se establecería para ellas un cierto canon sobre lo que es y no es ensayo o alegoría? Que algunos no quieran o no sepan redactar papers (o no quieran que sus revistas los propicien) está muy bien; pero ello no implica que la forma sea la mala o que, por no practicarla, se nos envíe a la negación en cuanto “otro”.

El paper es una modalidad válida y legítima de redacción de resultados e investigaciones, tanto o más valiosa que otras formas de presentación de argumentos o datos que, al menos en la práctica latinoamericana, ha hecho un recorrido más benéfico que perjudicial a nuestra comunicación científica, y que en el caso de nuestras Humanidades y Ciencias Sociales, ha importado un procedimiento escritural que no solo se ha adecuado a nuestras tradiciones de exposición, sino también, ha contribuido a enseñar cómo se debe comunicar. Obviamente, no se trata de un desiderátum, ni que haya que superponerlo a otras formas de locución: el propio Santos nos advierte de varias de sus limitaciones, pero esto no equivale a desestimar su contribución.

Pero no son tanto estos aspectos de estilo los que más nos llama la atención a apropósito de la lectura del artículo de Santos Herceg. Como se señalara, lo que perjudica a nuestra academia y sus investigadores y, de igual forma, a los editores de revistas científicas de la región, es que la institucionalidad del sector atribuya al artículo científico “tipo paper” preponderancia absoluta al momento de evaluar y determinar apoyos y subsidios, olvidando que existen diversas otras formas de comunicación del quehacer científico. Sin duda, se trata de un olvido que no lo es: estas otras formas están muy presentes, solo que se les deja de lado por varias razones: se les complejiza el panorama evaluativo; no tienen criterios para abordar contextos diversos; porque es más fácil hacer lo de siempre; porque no les interesa innovar y actualizar; porque habría que descomponer la estructura de poder vigente; porque, tal vez, habría que disponer de más dinero, etc.

Junto al sobrevalorado paper, los libros, los ensayos, las performances, las exposiciones, las ferias científicas, las conferencias, las evaluaciones de artículos, los trabajos de edición científica, las curatorías, los trabajos de grado y títulos, los proyectos, los desarrollos de plataformas, y numerosas otras actividades asociadas a la producción académica y científica, deberían entrar a ser parte de las grillas evaluativas y de reconocimientos, asuntos que no solo demandaría de pares expertos en la actual comunicación científica, sino también, tanto en los aparatos estatales y universitarios, de otras pautas de juicio y ponderación, de otros arreglos con las transnacionales de la investigación y la edición académicas. Claro es que una disposición de este orden altera lo conocido y lo practicado, y es tremendamente difícil por más que lo quieran que las autoridades universitarias y otras del país estén dispuestas a avanzar en un cambio. Es cosa que nos preguntemos qué hacen los servicios de información y bibliotecas de las principales universidades de Chile con los resultados de investigaciones de sus estudiantes de postgrado: salvo casos contados, nada se hace, al margen de acumular información (hoy, en soporte digital) sin que, a partir de ella, se haga gestión alguna. En gran medida esta ausencia e inacción se justifica al no disponerse de demanda que esté dinamizando su desarrollo.

Delante de este panorama, y dado el interés que la academia expone respecto de las deformaciones comunicacionales de su producción, bueno sería que ella acompañe sus críticas con acciones que aporten a la modificación en los modos de sanción de lo legítimo y la repartición de reconocimientos. El trabajo de Santos ya tiene algunos años, y no son pocos los que han visto en su contenido un ejemplo a seguir, de suerte que no ha sido para nada tan efímero su esfuerzo. Lo que no se observa, todavía, son las acciones tendientes al cambio epistémico y estructural de parte de una academia también muy poco dada a alterar sus rutinas.

Santiago, 23 de septiembre de 2016.

Revista Culturales (México): A modo de introducción

Una de las funciones básicas de la academia es poder dar explicaciones coherentes, fundamentadas y críticas, capaces de convertirse en respuestas concretas a cuestionamientos que buscan entender los actos humanos y sus fenómenos. Para ello es necesaria la interdisciplinariedad, donde desde distintos ámbitos del conocimiento exista un complicidad de saberes para atender y entender un objeto de estudio en común. Desde esta perspectiva, el trabajo de los investigadores es fundamental y su posterior publicación, necesaria.culturales1

La producción de conocimiento debe estar asociada a herramientas de difusión y divulgación; es en esta intersección donde nace la revista Culturales. La experiencia adquirida en el proceso editorial de Culturales, más allá de lo simbólico que resulta el trabajo, nos deja provechosas lecciones y aprendizajes que son importantes analizar y compartir. En este encuentro queremos detenernos y mirarnos de forma reflexiva, considerando el “circo, maroma y teatro” que debemos enfrentar y atender semestre a semestre para sacarla a la luz. Al igual que muchas revistas académicas del área, nuestra historia ha transcurrido entre la precariedad y los esfuerzos; esfuerzos que después de diez años, han dado un buen resultado.

En este caso analizamos el producto final, ese ejemplar impreso que en nuestras manos nos dice que se ha cumplido con el trabajo y que más allá de ese análisis inicial siempre nos queda la inquietud de poder establecer si sólo se ha cumplido o también se ha avanzado. En este sentido y gracias al camino recorrido, creemos que es pertinente y relevante para muchos académicos e investigadores conocer el proceso, la experiencia, el espacio y los factores claves que hemos tenido que descubrir y enfrentar.culturales4

Como parte de un proceso normal de crecimiento y madurez, el proceso editorial de la revista Culturales nos deja una gran interrogante: ¿Qué es más importante, el prestigio de la revista o la calidad del artículo? Quizás la respuesta sea simple pero para quienes estamos día a día en estos “menesteres” la claridad se torna en sombras. Esta disyuntiva ha generado, en el caso de las revistas, un debate entre lo académico y administrativo, aspectos distintos pero complementarios que deben atenderse internamente con rigurosidad quirúrgica para cumplir con las normativas institucionales impuestas por la comunidad científica internacional. A lo anterior habría que agregar la creciente “competencia” entre instituciones por ofrecer el mejor soporte, donde la batalla se ha centrado en conseguir el mayor número de certificaciones, indizaciones y alojamiento en bases de datos donde nuevamente queda de manifiesta la pugna entre lo académico y lo administrativo.

Culturales: la historia

La revista Culturales nace como proyecto editorial en el año 2004, en el seno del entonces Centro de Estudios Culturales-Museo (CEC-MUSEO) de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) a cargo del Dr. Fernando Vizcarra Schumm (primer director, 2004-2010), quien en la presentación escrita del proyecto editorial proponía:

“Culturales busca constituirse como un espacio académico para la difusión de la investigación interdisciplinaria y el análisis riguroso sobre los diversos fenómenos socioculturales, situados en los ámbitos de lo local y lo global. Pretende comunicar los aportes significativos de distintos estudiosos de diversas universidades nacionales e internacionales. La revista se concibe como una fuente de formación, consulta y apoyo para las actividades de docencia, investigación y reflexión de la problemática sociocultural, así como un soporte para la planeación, implementación y evaluación de políticas culturales desarrolladas en universidades, centros de investigación e instituciones públicas y privadas” (CEC-MUSEO, 2004).

De acuerdo a la entrevista realizada a Vizcarra Schumm en 2012, a medida de que el proyecto iba tomando forma, los aportes, apoyos, y comentarios de académicos e investigadores desde distintas universidades como la de Guadalajara (UdG), la Nacional Autónoma de México (UNAM), la de Colima (UCOL) y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), fueron fundamentales, ya que sus observaciones, sugerencias y discusiones en torno al campo académico de los estudios culturales dio una visión mucho más clara de las características que tenía que tener el producto final. Para él, la propuesta original era abrir un espacio que permitiera contar con distintas voces, no sólo de profesores, investigadores y académicos de la región fronteriza, sino que también del resto del país y de otros, para ir construyendo un foro que posibilitara pensar colectivamente los fenómenos culturales tanto en el ámbito de lo global como en el de lo local. Uno de los objetivos iniciales, advierte, fue “establecer un medio que permitiera formar recursos humanos, es decir, que la revista fuera un soporte para la formación de otros investigadores, de estudiantes de posgrado y que fuera un vehículo facilitador del aprendizaje”.

En enero del año 2005, Culturales se presenta en sociedad con su primer número impreso y siete artículos en su interior. Con el correr del tiempo y después de diez años, destacados antropólogos, sociólogos, psicólogos, historiadores, e investigadores del ámbito de la comunicación, connacionales y extranjeros, han sido parte en estos 20 números que se encuentran en circulación. Son más de 200 artículos dictaminados, 130 publicados, más de 130 autores de distintas regiones de México y de otros países quienes han participado y publicado en este proyecto académico editorial. Así, los diez primeros años de la revista los podemos dividir en dos grandes periodos: de 2004 a 2010, como la etapa de conformación, y de 2010 a 2015, como la de la consolidación.

Para el actual director, las bases de la revista no han cambiado, la mirada disciplinaria se ha ampliado, se han abierto espacios para los nuevos estudios de la cultura, a posiciones más críticas y, sobre todo, a partir del año 2010, se ha comenzado a trabajar en un proceso de internacionalización de la revista. Según Mario Alberto Magaña: “Lo que estamos haciendo es abrir la revista hacia un nivel internacional, sobre todo hacia Sudamérica, donde se han obtenido muy buenos resultados gracias a las nuevas formas de ver los estudios culturales en Latinoamérica”. Hoy Culturales, con diez años de funcionamiento ininterrumpido, se adscribe al Instituto de Investigaciones Culturales-Museo (IIC-MUSEO) de la UABC, como un espacio para la divulgación científica en castellano del trabajo académico de investigadores y de pares que trabajan temáticas relacionadas a los estudios culturales y socioculturales.

Nota: Este texto es un extracto de un documento en extenso que puede ser consultado en su totalidad en el siguiente enlace.

César E. Jiménez Yáñez
Coordinador Editorial IIC-Museo
Universidad Autónoma de Baja California

16 Nov 2015

culturales3

El uso de XML en las revistas académicas latinoamericanas

Introducción

Dentro de nuestro vocabulario como lectores y productores de artículos, ya conocemos que estos pueden existir en diferentes formatos, tales como doc, pdf y html. En este ecosistema de las diversas formas de los artículos, se integra a nuestra conversación el xml.

Para dar un contexto a esta conversación, podemos partir de las revistas como las conocíamos (y que existen y seguirán existiendo). Su formato es un impreso, de un tamaño agradable de sostener en nuestras manos, con letras y gráficas (fotografías en algunos casos) pensadas para facilitar la lectura de los contenidos. Estas revistas, en algunos casos verdaderas obras de arte seriadas, son estables en su diseño, es decir, estáticas. No importa en el país en que se lean o del lector que las manipule avanzando entre sus páginas, pues su estructura es siempre la misma.

Hoy en día, sin embargo, el formato digital es distinto. Podemos leer un artículo en un computador de escritorio, un tablet, un teléfono móvil y, en general, en diversos tipos de pantallas que existen y que podrán existir. Por ejemplo, se podría imaginar a un estudiante usando el transporte público camino a la universidad, leyendo en el viaje un artículo de nuestras revistas en la pantalla de su reloj de pulsera. Algo más actual es el caso de un querido maestro, ya jubilado, que me contó que estaba perdiendo la vista, pero que había adaptado el televisor de su casa para leer los artículos de las revistas digitales, dado que la pantalla es muy grande.

El texto digital, entonces, se adapta dependiendo del contexto donde se lea. De lo anterior se derivan dos aspectos: el formato del artículo (su tipo de letra, por ejemplo, o el tamaño de la misma) es independiente del contenido (lo que dice el artículo). Ello no ocurre en la revista impresa, pues su formato y su contenido están por siempre unidos.

El lenguaje xml no es sobre el formato, sino sobre el contenido. No trata de decir “usar letra Arial tamaño 14, centrado y justificado”, sino que dice “este es el apellido del autor y aquí está el nombre”. Ello tiene una serie de ventajas, pero antes.

La propuesta de Redalyc

En la “semana del acceso abierto” de octubre de 2015, Redalyc realizó una serie de seminarios online (webminars) para editores de revistas académicas, que publicitó a través de sus redes sociales. Entre los temas tratados precisamente se habló del lenguaje xml, pues Redalyc tiene una propuesta: crear un sistema online, gratuito, que ayude a los editores de nuestras revistas a crear los xml de los artículos.

Por el momento, la propuesta se discutirá en un blog cerrado, pero se puede participar enviando un correo a Eduardo Aguado (eduardo.aguado@redalyc.org) o Arianna Becerril (arianna.becerril@redalyc.org).

Ventajas de XML

Un editor, luego que termina el artículo desde el punto de vista del contenido, comienza con otra serie de preocupaciones. Los archivos escritos en Word son transformados por los diseñadores gráficos de las imprentas o por los webmasters del sitio de la revista en archivos pdf o html. Con todo lo importante que son estos formatos, hay un problema que no pueden solucionar: no les pueden decir a las máquinas qué tienen precisamente a su interior.

En otras palabras, un estudiante lee el título o el resumen de un artículo y rápidamente decide si le interesa, pero ¿cómo sabe una máquina cuál es el título del artículo que le podría interesar a nuestro lector? Para ilustrar el punto, me acuerdo de mi colega Marcelo Arnold Cathalifaud. Muchas veces la gente lo citaba así: Cathalifaud, M.A., pues para nosotros es fácil entender que Marcelo es el nombre y, dada la popularidad de Arnold Schwarzenegger, bueno, “Arnold” tiene que ser otro nombre, quedando Cathalifaud como el apellido. Los hablantes del idioma inglés también tienen esa estructura: primer nombre, inicial del segundo nombre, apellido, como Robert K. Merton. Para desgracia de Marcelo, su primer apellido es Arnold. Con el tiempo empezó a firmar los artículos como Arnold-Cathalifaud, otras veces solo como Arnold. Hoy en día hay que buscar en las bases de datos artículos de Arnold, Arnold-Cathalifaud y Arnold Cathalifaud.

Supongamos ahora que le decimos a las máquinas que buscan los artículos específicamente qué buscar, por ejemplo:

<name>

<given-name>Marcelo</given-name>

<surname>Arnold Cathalifaud</surname>

</name>

Expresado de otra manera, le estamos diciendo a una base de datos o a un robot buscador de Google: “Mire, aquí, en esta parte del documento, se encuentra el nombre del autor del artículo. Este es su nombre de pila y este otro es el apellido”.

Ya percibo que un editor está a punto de dejar de leer este documento y pasárselo a un ayudante o estudiante destacado para que siga trabajando en el xml de la revista. Sin embargo, la buena nueva es que el editor no tendrá que saber programar, no tendrá que memorizar los códigos o preocuparse de tener otra carga más en sus pesados hombros editoriales (solo un poco para ser honesto).

El propósito del xml es decir en un artículo dónde se encuentran los contenidos: aquí el resumen, aquí está la referencia bibliográfica tal o cual, ésta es la institución que representa al primer autor, mientras que el segundo autor representa a esta otra y así. Lo anterior no es para nosotros (que es una obviedad que casi parece insulto), sino para las computadoras que buscan y presentan la información. Lo que queremos los editores es que los lectores encuentren los artículos en que hemos trabajado con esfuerzo y los autores quieren ser leídos, citados y vueltos a encontrar.

Aspectos estéticos

Entiendo perfectamente que el ejemplo del código es de una fealdad propia del fauno. Sin embargo, un programa de computación que ya usamos, como InDesign o como Acrobat Pro, podría ir al archivo xml y sacar el nombre del autor, luego el apellido y ponerlo elegantemente en una página con el tipo de letra que queramos, en el lugar deseado y con todos los cuidados estéticos que tanto buscamos conservar en este mundo digital.

Supongamos que estamos leyendo un artículo en un teléfono móvil (como mucha gente lo hace mientras viaja en metro), pues bien, el navegador de Internet del teléfono diría: “Bueno, este es el poco espacio que tengo en la pantalla, entonces pondré el nombre y apellido aquí y hacia abajo seguiré diagramando los contenidos según vaya leyendo este estudiante”. Lo anterior es posible porque el teléfono sabe dónde está el contenido (va a buscarlo a la fuente xml original) y presenta la información con el cuidado estético del diseñador gráfico para móviles.

Los protocolos

La clave del proceso es que le llamemos a las cosas por su nombre, es decir, un apellido es aquello que se encuentre marcado como surname. Esto es arbitrario y no tiene más validez que aceptar un acuerdo entre las partes, en el más clásico de los estilos.

La propuesta de Redalyc es que usemos el protocolo JATS (Journal Article Tag Suite), hoy en día un standard, desarrollado originalmente por revistas del área de la salud en Estados Unidos.

SciELO también usa JATS, aunque “para atender las necesidades de procesamiento de SciELO fue necesario agregar nuevas etiquetas JATS”, como por ejemplo, identificar las agencias que financiaron la investigación que permitió el artículo (Packer et. al. 2014)

DOAJ (Directory of Open Access Journals) también usa XML, pero no usa el protocolo JATS.

Por lo tanto, estamos en una conversación en desarrollo y mucho más tendremos que hablar al respecto, pero parece que el lenguaje xml llegó para quedarse y sería bueno que nosotros, los editores de LATINOAMERICANA, ingresemos a este modelo de publicación, pues será beneficioso para nuestros autores de artículos como para los lectores que los buscan.

Francisco Osorio

Editor revista Cinta de Moebio

Referencias

Abel L. Packer, Eliana Salgado, Javani Araujo, Letícia Aquino, Renata Almeida, Jesner Santos, Suely Lucena, Caroline M. Soares. 2014. ¿Por qué XML? SciELO en Perspectiva. http://blog.scielo.org/es/2014/04/04/porque-xml/

DOAJ XML format https://doaj.org/features#xml_upload

JATS Journal Article Tag Suite http://jats.nlm.nih.gov/

Video en YouTube: https://youtu.be/WZN-HkK3wuA